El siguiente
relato, fue extraído del libro
MUSULMANES
QUE ENCONTRARON A CRISTO
Testimonios
vivientes del poder del evangelio
entre los
seguidores de Mahoma
del autor R.
F. Wootton
TIYAMIYU AKINLADE
Nigeria
EL PADRE DE TIYAMIYU AKINLADE
encabezaba un grupo familiar musulmán importante en su pueblo. Cuando Tiyamiyu
era un niño pequeño fue enviado a estudiar en la tradicional escuela coránica
bajo la tutela del maestro más sabio del pueblo. Su padre declaró que jamás
asistiría a la escuela primaria corriente; sin embargo, cuatro años más tarde,
durante un viaje de negocios, otros familiares permitieron que Tiyamiyu
asistiera a esa escuela. Al regresar su padre, no le quedó más que aceptar lo
sucedido. Tiyamiyu sin embargo, siguió yendo a la escuela
coránica todas las noches después de la escuela diurna regular.
Al cumplir los catorce años, ya
conocía bien los principales argumentos anticristianos. En su Biblia había
marcado los textos donde aparece Moisés dando instrucciones sobre cómo realizar
los ritos de purificación y el relato de cómo lavó Jesús, los pies de sus
discípulos además de la cita que dice que Esdras sirvió como muezín llamando a
su gente a la oración pasajes con los cuales atacaba a los cristianos afirmando
que estos deberían practicar la purificación y la oración ritual tal como lo
hacían ellos porque así estaba escrito.
Algún tiempo después, el obrero
cristiano que servía en la iglesia local se hizo amigo del padre de Tiyamiyu,
con lo que el muchacho tuvo la oportunidad de relacionarse y jugar con los
niños que vivían en la casa de la misión y de observar todo lo que allí
sucedía. Entre otras cosas, le llamó la atención la preocupación del misionero
por todos los que llegaban, la atención con que los recibía, cómo conversaba
con ellos y los entretenía, siempre atento e interesado por la salud de cada
uno y dispuesto a ofrecerles ayuda mientras que por el contrario, las personas
que buscaban a su maestro musulmán lo hacían para solicitar remedios mágicos o
protección contra algún hechizo o para realizar uno contra alguien a quien
querían hacer daño.
Tiyamiyu empezó a sospechar que lo que
le interesaba al maestro era el dinero que le pagaban por esos servicios y que
en realidad no le importaba mucho el bienestar de las personas que lo visitaban
y así, empezó a pensar cada vez con mayor interés, en el mensaje de Cristo.
Comenzó a amar la Biblia y poco después tomo la decisión de ser cristiano; pero
no se atrevía a hablar del tema con su padre de modo que se las arregló para
pasar un año en otro lugar junto con un amigo cristiano. Una vez de vuelta a su
hogar, fue nombrado maestro en una escuela primaria musulmana. Allí, tenía que
repetir oraciones islámicas y asistir a la mezquita en cuerpo, aunque no en
espíritu deseando poder asistir a la iglesia de su pueblo los domingos, pero
mitigaba su profundo deseo visitando a un familiar cristiano a varios
kilómetros de distancia para congregarse con él.
Poco después de cumplir los diecinueve
años Pidió el bautismo al ministro de esa iglesia, y fue bautizado en secreto,
cambiando su nombre de Tiyamiyu por el de
Timoteo.
Su padre se enteró pronto y convocó a
la familia a una reunión, anunciando que el viernes siguiente llevaría a
Timoteo a la mezquita para lavarle el bautismo y hacerlo musulmán de nuevo. El
joven escuchó la conversación con mansedumbre, y por fin pudo exponer su punto
de vista y explicar a su familia que así como sus abuelos paganos les habían
permitido convertirse al islam porque ellos creían que era lo correcto así
también, por la misma razón debían hacer ellos con él de lo contrario estarían
pecando. Este argumento convenció a sus padres que finalmente le permitieron
convertirse a Cristo.
La familia aunque molesta, aceptó que
la decisión del joven era inevitable. Ahora era el turno de Timoteo quien
después de muchos esfuerzos persuadió a su padre de asistir a su ordenación en
el ministerio durante la cual Timoteo leyó el evangelio y ayudó a servir la
Santa Cena lo cual llamó la atención de su padre que le pregunto qué era
aquello que estaban repartiendo. —¿Qué era lo que estaban repartiendo? a lo que
el joven respondió —No puedo explicártelo ahora, pero oraré para que un día
puedas participar.
Esa fue la primera vez que su padre
asistió a un culto cristiano pero de alguna manera Dios tocó su corazón porque
volvió a la siguiente reunión y desde entonces empezó a declararse seguidor de
Cristo.
Varios miembros de la familia también
lo han hecho, aunque su madre aún persiste en ser musulmana y cuando lo visita
a Timoteo siempre le pregunta si hay un lugar para hacer sus oraciones. El por
su parte participó en cursos sobre estudios islámicos donde aprendió a leer y a
traducir algunas de las partes del Corán con lo cual pudo llegar a comprender
mejor el islamismo y a sus seguidores y con paciencia logró organizar
reconciliar y unir a los miembros de la primera iglesia cristiana de la cual
fue ministro.
Cuenta su historia que desde el
comienzo y siguiendo el ejemplo de aquel primer misionero, mostró que estaba
tan interesado en los musulmanes del pequeño pueblo como en los cristianos y lo
demostró involucrándose en toda clase de actividades dentro de la comunidad
ayudando incluso en la construcción de la carretera o apoyando la fundación de
una maternidad para que las personas no tuvieran que caminar kilómetros hasta
el hospital más próximo.
Los musulmanes por su parte sabiendo
que era un convertido, se mostraban desconfiados y a la defensiva pero él
sabiamente, no discutía el islam, sino que los visitaba al igual que a los
cristianos, dedicándose a todo lo que promoviera el bienestar de la comunidad.
Impulsó un proyecto de cría de peces que sirve de fuente de empleo para los más
jóvenes. También visitó regularmente al jeque y a sus consejeros en el palacio.
Su carisma fue tal que la gente empezó a llamarlo el pastor de todo el pueblo
sin embargo, no participó en ceremonias islámicas en las que posiblemente
tendría que comprometer su fe.
Sirvió con el proyecto «Islam en
África» antes de cursar estudios universitarios sobre el islam. Dispone de un
temperamento feliz, cálido y optimista. Es amante de la música y del drama, y
los utiliza al servicio del evangelio. Anima a los musulmanes a explicar su
punto de vista religioso, ya que desea primero comprender a las personas. Por
eso las escucha pacientemente. Cuando llega el momento de testificar sobre
Cristo, sabe cómo tranquilizar a su oyente, hablándole con claridad pero sin
ofender.
Recomienda conversar calmadamente con
uno o dos musulmanes, en lugar de organizar reuniones masivas.
Actualmente, ciertos cristianos
cuestionan si deben testificar a los musulmanes o no ¡Timoteo es una respuesta
viviente a esa pregunta!